¡¡ Adiós Elcano, adiós !!

Hoy juega mi nieto y aunque cada vez me cuesta más, algo tira de mí como un imán. En realidad siento la necesidad de ver proyectado en el campo mi juventud. Mientras lo veo me vienen a la cabeza muchos recuerdos de antaño y una jugada tiene su calco en una de mi niñez, salvando las distancias.

Mucho han cambiado las cosas y cuando los veo quejarse por el campo donde van a jugar o porque las botas no le gustan o si la hora de jugar es muy mala, casi me hecho a reír cuando lo comparo con no hace mucho en el tiempo.

Aquellos eran los setenta y los ochenta en los que hacíamos filigranas para contrarrestar con lo más básico la falta de medios y el aburrimiento. Por eso no era más feliz el que más tenía sino el que menos necesitaba. Sacábamos de la nada, ingenio para no aburrirnos y cuando llegaba la hora de jugar sólo había que tener ganas.

Por eso cualquier plazoleta, como la de San Antonio, cualquier pelota como las de trapo que fabricábamos con lo que fuera, cualquier portería limitada por piedras o palos, cualquier calzado como las tortolas, cualquier indumentaria mientras fuera del mismo color, y un puñado de amigos, eran nuestros mejores aliados para una maravillosa tarde, con verdaderos partidos de champions.

Eran otros tiempos en los que nuestros padres nos dejaban jugar en la calle sin temor alguno a lo que nos pudiese ocurrir. Allí nos socializábamos y compartíamos experencias, conocíamos a más amigos, simplemente convivíamos.

Algunos, algo después, empezamos a jugar en equipos de la capital, y ya en un campo como el Complejo, que estaba a años luz del que hoy entrenan nuestros nietos. Eran campos de tierra que cuando llovía se hacían impracticables y no hablemos de las pelotas, que pesaban como piedras cuando se embarraban. Y no hablemos de las botas o de la indumentaria... Y no nos quejábamos a pesar de todo. Éramos felices.

Cuando de repente se me borra el recuerdo y veo la actualidad, con campos de césped artificial, prendas para evitar el frío y el agua, pelotas ligeras, espinilleras para evitar encontronazos, porterías de aluminio... parece que he aterrizado en otro mundo. Pienso ¿Qué hubiese sido de nosotros con estos medios y aquellas ganas? Pues a lo mejor no hubiésemos sabido apreciar y valorar las cosas como ahora las siento. Si pudiésemos unir estos dos mundos con la tecnología actual, las nuevas técnicas de entrenamiento, los nuevos materiales deportivos... los logros serían máximos. Todos los tiempos tienen cosas buenas, lo útil es aprovecharlas.